cuentos tradicionales asiáticos

China.

Dos hermanos contratados

Eran dos hermanos. Un día de primavera, el mayor ofreció sus servicios al terrateniente.
  Soy un hombre generoso. dijo el terrateniente —. Pago más que nadie: nueve taeles de plata al año. Pero tenemos una regla para los contratados; si les pido que hagan una tarea y no pueden realizarla, se les descuentan tres taeles de plata. Como el hermano mayor tenía mucha experiencia y ningún trabajo le resultaba difícil, aceptó sin dudarlo. 
Hasta el décimo mes cumplió con sus obligaciones sin dificultad, tanto en el campo como en la era. El terrateniente no pudo encontrarle falta alguna. Un día, cuando el grano almacenado se secaba bajo el sol, el terrateniente le dijo: 
— Es tiempo de almacenar este grano. Pero antes quiero que asolees las esquinas de los graneros. El hermano mayor quedó perplejo. 
—¿Cómo podría hacerlo?
—¿Quieres decir que no lo puedes hacer?
— Por supuesto que no.
—Muy bien. en tal caso se te descuentan tres taeles de plata de tu salario.
El hermano mayor continuó trabajando hasta el decimo primer mes. El terrateniente le ordenó que barriera el patio. En la zona había algunas tinajas, grandes y pequeñas, donde cultivaban loto en el verano.
— Pon las tinajas grandes dentro de las pequeñas—ordenó—. Así el patio se verá más ordenado.
El hermano mayor preguntó sorprendido: 
—¿Cómo puedo hacer eso?
—¿Así que no puedes cumplir esta tarea?
—Por supuesto que no.
—Muy bien. te restaré otros tres taeles de tu salario. 
El hermano mayor continuó trabajando hasta el último día del decimo segundo mes. Todos se preparaban para la fiesta del año nuevo. Mientras la familia del terrateniente estaba feliz, el mayor se sentía triste. se consolaba a sí mismo pensando que esa noche cobraría por los menos los tres taeles de plata que le quedaban. con ellos planeaba comprar algo de aceite y arroz. Él y su hermano tendrían por lo menos una comida decente en la víspera de año nuevo. 
Después del almuerzo, el terrateniente le ordenó que matara a un cerdo. Así lo hizo. cuando comenzó a cortarlo, el terrateniente lo detuvo, 
— Quiero que cortes una pieza del mismo peso que mi cabeza —dijo—. Ni un gramo más, ni un gramo menos.
El hermano mayor quedó estupefacto:
—¿Cómo puedo hacer esto?
—¿Quieres decir que no harás esta tarea?
dejando a un lado el cuchillo, respondió:
—Por supuesto que no.
—Son tres taeles más que se te descuentan. Tres veces tres dan nueve. Por tanto, no te debo nada. Puedes decir que soy un abusivo, pero recuerda que este fue nuestro convenio al principio.
Furioso, el hermano mayor regresó a casa y contó la historia completa a su hermano. se consolaron lo mejor que les fue posible, sin arroz ni aceite para celebrar la fiesta. 
Poco días después, el hermano menor visitó al terrateniente y le pidió trabajo. El terrateniente le dijo:
—Soy un hombre generoso. Pago más que nadie. Nueve taeles de plata al año. Pero tenemos una regla para los contratados. si no son capaces de realizar alguna tarea que se les mande, se les descuentan cada vez tres taeles de plata del salario. —De acuerdo —replicó decidido el hermano menor—. 
Pero cuando trabajo como contratado, tengo mi propia regla. Si el amo da una contraorden, ha de pagarme el doble.
El terrateniente pensó unos instante y luego aceptó.
El hermano menor trabajó hasta el decimo mes. El grano se acaba en la era y el terrateniente, según su truco sabido, le dijo: —Es tiempo de almacenar el grano. Pero antes quiero que asolees las esquinas del granero. —Entendido —dijo el hermano menor.
Tomó una escalera, trepó al techo del granero y comenzó a desmontar las tejas. El terrateniente se asustó.
—¿Qué estás haciendo?
—¿No me dijiste que querías que las esquinas del granero tuvieran buen sol?
—Tú... tú... tú...
El terrateniente comenzó a tartamudear.
—Tú me diste la orden. si te arrepientes has de pagarme doble salario. ¿Das la contraorden?
el terrateniente respondió temblando:
—¡No!
El hermano menor demolió por completo el techo del granero y el terrateniente no pudo decir ni una palabra.
El hermano menor continuo trabajando. un día del decimo primer mes, el terrateniente le ordenó que barriera el patio. Había muchas tinajas que servían para cultivar loto en el verano. 
Pon las tinajas grande dentro de las pequeñas, así el patio se verá más ordenado. —De acuerdo —contestó el hermano menor. cogió un gran martillo e hizo pedazos una gran tinaja.
El terrateniente se enfureció. —¿Qué estás haciendo?
—¿No me dijiste que pusiera las grandes dentro de  las chicas? 
—Tú... tú.. tú.. —el terrateniente echaba chispas.
—Tú me diste la orden. ¿Te echas atrás? 
Al terrateniente le rechinaron los dientes.
—¡No!
El hermano menor destruyó todas las tinajas grandes, mientras el amo lo miraba con los ojos desorbitados.
El hermano menor continuo su trabajo hasta el decimo segundo mes. Todos se preparaban para la fiesta del año nuevo.
Mientras la familia del terrateniente estaba indignada, el hermano menor permanecía sereno.
Después del almuerzo, por ordenes del terrateniente, mató un cerdo. cuando comenzó a cortarlo, el terrateniente se le acercó.
—Quiero que cortes una pieza del mismo peso que mi cabeza. Ni un gramo más, ni un gramo menos.
—Perfecto —dijo el hermano menor.
cortó de un tajo la cabeza del cerdo y se la alcanzó al terrateniente. —Aquí está. 
el terrateniente dijo con desprecio:
—¿Cómo sabes que el peso de esta cabeza de cerdo es el mismo que el de la mía? veo que no puedes cumplir esta tarea.
—No tan rápido —replicó el hermano menor—. Sólo hice la mitad de mi trabajo. Ahora debo cortar la tuya, pesar las dos y comprobar si tienen o no el mismo peso. 
Agarró al terrateniente por el cuello como una tortuga.
—¡No, no puedes hacer esto! —chilló.
—Una pieza igual a tu cabeza. Tú mismo me diste la orden. 
El terrateniente cubrió su cabeza con las manos y no se atrevió a hablar. el hermano menor tomó el cuchillo.
—Voy a cortar. —advirtió.
—¡Doy contraorden! ¡Doy contraorden!.. —gritó el terrateniente. 
—Doble salario, ¿estás de acuerdo?
—Sí, sí.. Doble salario —dijo suspirando.
Tuvo que pagar dieciocho taeles de plata.
El hermano menor volvió a casa con ese dinero y disfrutó con su hermano mayor de una alegre fiesta de año nuevo.


Un hombre superior


Viajaba cierta vez Confucio entre montañas y envió a Zu Lu en busca de agua. Zu Lu encontró un tigre cerca de la fuente y lo mató, aferrándolo por la cola. Guardando la cola en su manga, regresó con el agua.
Preguntó, entonces, a Confucio:
¿Cómo haría un hombre superior para matar a un tigre?
—Un hombre superior mataría a un tigre tomandolo por la cabeza —respondió Confucio.
—Un hombre ordinario, ¿cómo mataría a un tigre?
— Un hombre ordinario lo mataría sujetandolo por las orejas.
—¿Y cómo lo mataría un hombre inferior?
—Un hombre inferior lo mataría agarrándolo por la cola.
Zu lu sacó la cola del tigre de su manga y la arrojó, diciendo muy resentido:
—El maestro sabía que había un tigre cerca del agua y me mandó con la esperanza de que me matara.
recogió una piedra con la intención de matar a Confucio y, entonces, le preguntó:
—¿Cómo haría un hombre superior para matar a un hombre?
—Un hombre superior mataría a un hombre con su pincel —espondió Confucio.
—¿Cómo haría un hombre ordinario para matar a un hombre?
—Un hombre ordinario lo mataría con la lengua.
—Y un hombre inferior, ¿cómo lo mataría?
—Un hombre inferior lo mataría con una piedra.
Zu Lu se retiró y lanzó la piedra muy lejos, convencido de la grandeza de Confucio.

Japón.

Kasajizou 
Kasa: sombrero de paja antiguo. jizou: escultura budista protectora de niños.

Hace mucho tiempo, había una pareja de ancianos muy pobres. 
Ya llegaba el fin de año y toda la gente del pueblo estaba preparándose ara recibir el Año nuevo, pero ellos no tenían dinero para eso. Es por ello que hicieron unos sombreros y el abuelo fue a la ciudad a venderlos.
—Quién quiere un sombrero?
El abuelo ofreció los sombreros con toda su fuerza, pero no vendió ni uno solo. Al llegar la tarde empezó a caer nieve.
cuando el abuelo regresaba a casa sin ánimo, en medio del camino se encontró seis jizou de piedra.
—¡Oh! seguro que los jizou tienen frío cubiertos de tanta nieve, pensó.
Les quitó la nieve de la cabeza y empezó a ponerle los cinco sombreros que tenía. Pero, como los jizou eran seis, le faltaba un sombrero. Entonces, el abuelo cubrió la cabeza de jizou con una toallita vieja que tenía en su cabeza y regresó a casa. En casa la abuela estaba esperándolo pensando que traería arroz, pero el abuelo regresó sin llevar nada y le contó lo sucedido.
 Entonces la abuela exclamó: —¡Que bueno! 
Y se puso muy contenta.
Esa noche, los ancianos se despertaron por una canción que se escuchaba a lo lejos.
—¡Vamos! ¡vamos! 
Parece que están llevando algo.
La canción se detuvo frente a la casa y se escuchó un fuerte ruido. Los ancianos miraron afuera de la casa sin hacer ruido y encontraron una bolsa llena de arroz y dinero y vieron a los seis jizou alejándose en medio de la tormenta de nieve.


桃太郎 Momotaro



Érase una vez, en un lejano lugar, una pareja de abuelos.
El abuelo fue a la montaña a recoger leña mientras que la abuela fue al río para lavar la ropa.
cuando la abuela estaba lavando ropa vio un enorme melocotón flotando en el río abajo, entonces dijo: 
 —Si eres melocotón dulce, ven aquí. Si eres melocotón amargo, vete. 
Y el melocotón fue flotando hacia la abuela, quien lo recogió y lo llevó a casa.
El abuelo regresó de la montaña y cuando fueron a cortar el melocotón para comérselo, éste se partió por la mitad y de su interior salió un niño muy bonito. Los abuelos se sorprendieron primero, pero luego se pusieron muy contento y le llamaron "Momotaro".
Momotaro creció y creció, fuerte e inteligente.
Entonces, en el pueblo aparecieron unos diablos que rodeaban a los habitantes, eran violentos, secuestraban a las niñas por lo que la gente tenía problemas.
Un día Momotaro le dijo a los abuelos:
 —Gracias a ustedes he crecido muy grande,
por ello iré a combatir a esos diablos que viven en la isla de los diablos.
Por favor, prepárenme el kibidangos* más rico de Japón.
Los abuelos no quisieron que se marchara, pero como Momotaro no les oía, le prepararon mucho kibidangos y se las colgaron a la cintura. con una nueva cinta en la cabeza, una espada, ropa nueva y un telar que decía: "Momotaro, el más fuerte de Japón", Momotaro se marchó.
En las afueras del pueblo, se encontró con un perro que le dijo: 
 Momotaro, Momotaro: ¿a dónde vas? 
 —voy a la isla de los diablos a combatirlos.
 —Yo seré tu sirviente. ¿Puedes darme un kibidango más rico de Japón que llevas en tu cintura?
Momotaro le dio uno y el perro le acompaño como sirviente.
Después de caminar un rato, vino volando un faisán. Momotaro, hizo también al faisán sirviente al igual que al perro. Luego vino un mono que también se hizo sirviente. Momotaro como capitán y los tres sirvientes llegaron a la isla de los diablos.
en la isla de los diablos, estos estaban en plena fiesta. Momotaro sacó su espada y dijo:
 —¡soy Momotaro, el más fuerte de Japón! ¡He venido a combatirlos!
Los diablos se burlaban diciendo:  —¡Ah! es un niño. 
Pero Momotaro y sus compañeros, gracias a los mejores kibidangos de Japón eran fuertes. Momotaro atacó con la espada, el perro mordía , el mono arañaba y el faisán picoteaba, hasta que finalmente los diablos se rindieron.
El líder de los diablos pidió perdón llorando:
 —Por favor, perdóname la vida. Nunca más volveremos a ser malos. Les daremos todo el tesoro.
Momotaro le dijo:
 —si ya no vuelves a ser malo, te perdonaré.
Y volvió a su pueblo con el tesoro.
Los abuelos y el pueblo, todos le recibieron calurosamente alabándole su valentía y fuerza.

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